Tras perder su casa y su negocio de artesanías de cuero en los incendios forestales hace dos años, ahora Lorena Granados and Gaspar Román deben recuperarse de la devastación causada por las lluvias torrenciales en la costa este de Australia.
Lorena Granados y Gaspar Román han vivido en carne propia las fluctuaciones climáticas más extremas y devastadoras: de sobrevivir un infierno de llamas que calcinó la comunidad de Mogo en un abrir y cerrar de ojos, a ver cómo el agua se lleva lo que han logrado reconstruir en los últimos dos años.
“Fue algo muy rápido. El agua llegó muy rápido y se fue muy rápido, y dejó la embarrada. En todas las tiendas en Mogo se metió el lodo,” cuenta a SBS Spanish la salvadoreña Lorena Granados, quién reside junto a su esposo chileno, Román en la costa sur este de Nueva Gales del Sur.
“En 50 años nunca había habido tanta agua. Lo peor es la corriente, la fuerza que traía el agua. No es tan sólo que suba el nivel de agua, es la corriente que venía con mucha fuerza.”
"Los vehículos parecían juguetes, flotando en el agua."
Del infiero al diluvio
Lorena y Román perdieron su casa y un próspero negocio de artesanías de cueros entre las llamas en año nuevo de 2020, y desde entonces han intentado lentamente reconstruir sus vidas.
“Esto es muy desafortunado, especialmente para los negocios chicos, que no estábamos preparados. Nos estamos todavía recuperando del fuego y ahora que pase algo así, ha sido muy dañino, esto de La Niña que ha llegado”.
“Gracias a Dios no perdimos vidas en Mogo, pero localmente sí,” dice Lorena en referencia a una mujer de 37 años que murió ahogada en Tuross, cerca de Mogo. La mujer viajaba en un vehículo con un hombre cuando quedaron atrapados en el agua. Ella salió del vehículo, por lo que fue arrastrada por la corriente. El hombre que viajaba con ella fue encontrado con vida y no requirió atención médica.
Durante la primera semana de Diciembre, el servicio de emergencia estatal (SES, siglas en inglés), realizó 12 rescates por inundaciones en todo Nueva Gales del Sur. Dos tercios de esos rescates fueron en la costa sur, una de las áreas que fue más impactada por los incendios forestales hace dos años.
Las pérdidas materiales en Mogo representan un duro golpe para la comunidad, la cuál aún no se ha recuperado de los incendios forestales, y esperaba poder ganar más dinero durante el verano, que tradicionalmente es la época del año más lucrativa, gracias al turismo.
“Como es Navidad, nosotros todos estamos llenos de stock (mercancía), porque es el tiempo más ocupado, porque al negocio normalmente le va bien en diciembre. Estábamos planeando tener las vacaciones súper ocupadas, pero nunca nos íbamos a esperar, que esta agua iba a dejar la destrucción que ha dejado”, lamenta.
“Hay unas tiendas que tuvieron que sacar todo el piso y eso no es recuperable, por el daño que causa el agua a un piso de madera. No es fácil, porque los seguros no cubren cuando es por inundación. Muchos de nosotros nos habíamos dado cuenta hasta ahora”.
Afortunadamente, las pérdidas de Lorena no fueron tan graves en esta tragedia, comparativamente con la anterior.
“Nosotros nos tardamos dos días en limpiar la tienda porque obviamente se llenó de lodo dentro y se mojaron algunas pieles, pero nada que no se puede lavar ni secar”.
Sin embargo, Lorena cuenta que muchos de sus vecinos en Mogo, quienes aún vivían en casas prefabricadas temporales, o acampando entre carpas, casas rodantes o caravanas, no fueron tan afortunados.
“A nuestros vecinos que estaban acampando, el agua se llevó toda la casa temporal que tenían, las tiendas, las caravanas.”
“Llegaron a salir de las tiendas de campaña cuando ya el agua les llegaba al pecho. No hubo suficiente tiempo para planear y salir corriendo. No solo fue lo inesperado, pero obviamente un shock por la fuerza que traía el agua, porque el agua traía muchas cosas, escombros también.”
Lorena cuenta que uno de sus vecinos perdió su bote, el cual encontró a más de un kilómetro río abajo, incrustado a un árbol. Otro de sus vecinos perdió un camión con cual transportaba plantas y macetas que vendía como parte de un negocio de jardinería. El camión aún no había sido localizado.
“Hay gente que ha perdido sus inodoros que estaban cementados al piso. Se los ha llevado la corriente… Había casas de esas temporales como la de nosotros flotando. También se levantaron, se fueron. Quedaron hoyos gigantes que dejó en la tierra en las calles.”
Lorena considera que la devastación de las inundaciones también han demostrado que el gobierno no ha aprendido cómo responder a las catástrofes naturales.
“Nos hemos dado cuenta que no hemos aprendido nada del fuego. Todavía la respuesta que ha habido no ha sido suficiente para la comunidad, porque hay mucha gente que no tiene ni casa donde vivir, ya no tiene tiendas, no hay servicios de emergencia”, dice desilusionada.
“No hay un punto de emergencia donde uno puede ir a pedir ayuda o decir, ‘mire, yo no tengo casa, no tengo ropa, no tengo nada, ¿a dónde puedo ir?, ¿me puede dirigir o darme alguna información?’. Pensé que ya habíamos aprendido eso cuando los quemamos, pero obviamente no se aprendió mucho, porque toda la gente se ha estado defendiendo por ellos mismos. Entonces, eso es muy triste, saber que no hemos avanzado mucho en los dos años que han pasado.”
Asimismo, Lorena considera que la respuesta del gobierno ante la catástrofe y su política ante el cambio climático, serán factores claves que definirán su voto, y el de su comunidad en las venideras elecciones federales del 2022.
“Las personas que no creen en el cambio climático están negándose la santa realidad. Está claro que eso va a tener una gran influencia en la manera que nosotros votamos, absolutamente,” dice contundente.
Lorena también explica que culpa a las autoridades por la escasez de personal entrenado en oficios relacionados a la industria de la construcción, como plomeros y electricistas, lo ha sido otro impedimento que ha retrasado las labores de reconstrucción de las zonas afectadas por los incendios.
“Nos hemos dado cuenta que Australia no tiene suficiente gente educada en las habilidades que nosotros necesitamos para recuperarnos. No hay suficiente personal entrenado en ingeniería o en construcción, y con el COVID se han cerrado nuestras puertas internacionales. Nos hemos dado cuenta que nosotros realmente dependemos de la gente que viene de otros países porque, y eso es una gran tristeza”.
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