El 13 de octubre del año pasado, Chile se sumó a la lista de países que le dan una mano a los 5.4 millones de personas que han huido de Siria desde que estalló el conflicto en ese país en 2011. Turquía acoge a más de la mitad de estos desplazados, mientras que más de un millón de personas lograron encontrar acogida en otro lugar de Europa. Y en Australia se acogieron a unos 12.000 refugiados de Siria e Irak en 2017.
“Chile ha decidido contribuir modestamente con un granito de arena”, dijo a SBS News el coordinador de la iniciativa chilena, Alfredo del Rio.
Este programa de acogida del gobierno chileno, la ACNUR y la organización religiosa Vicaría de Pastoral Social Caritas, le ha dado la oportunidad de comenzar una nueva vida a 66 sirios.
El Ministerio de Exteriores de Chile remarcó que si bien el número de refugiados parece modesto, la acogida busca asegurar que se brinde un programa de calidad.
“Queremos que todos los hombres y mujeres aprendan español. Es obligatorio.”
El programa se implementa en virtud a un compromiso de la presidenta chilena, Michelle Bachelet, expresado ante la Asamblea General de la ONU. La condición indispensable es que los refugiados aprendan el idioma español a través de un curso intensivo de tres meses tan pronto llegasen al país.
“Queremos que todos los hombres y mujeres aprendan español. Es obligatorio”, dijo Del Río. “Hemos aprendido de experiencias previas de acogida en Chile que una de las claves es una inyección inicial del idioma. Algunos países como Australia, Canadá y los Estados Unidos no lo hacen normalmente”, agregó.
El éxito en estos cursos de español afecta a la posibilidad de poder integrarse a cursos de capacitación laboral y sus proyecciones laborales. Como es natural, algunos tienen mejores habilidades para aprender el español que otros.
Francesca Rizzoli entrevistó a algunos de ellos en enero pasado. Ellos nos cuentan sus historias (traducidas del árabe):
Muhammad and Halima
“Desde la primera vez que ví a Salima me enamoré. Ella tenía unos 17 años y le dije a su familia que la quería y quería casarme con ella”, dijo Muhammad, de 23 años de edad.
La pareja, que proviene de la ciudad siria de Aleppo, huyó a Líbano en 2012, un país que acoge a casi un millón de sus compatriotas. Allí se quedaron cinco años en los asentamientos de Zahle, hasta que se trasladaron a Chile junto a sus dos hijas, Doha y Hen.
"Trataba de imaginarme Santiago y ¡nunca pensé que fuera tan grande!”, comentó Muhammad sorprendido. Y es que la mayoría de los refugiados no sabía nada de Chile antes de ser entrevistados por los representantes del gobierno de este país y de la ACNUR.
“Aquí, la gente nos quiere y nos ayuda”
Mohammad comentó que su familia y él han tenido una experiencia más positiva en Chile que otros amigos y familiares sirios que han sido acogidos en otros países.
“Un tío se fue a Canadá, mientras que un amigo se fue para Alemania y otro a Holanda. Ellos no tienen la libertad que tenemos aquí”, enfatizó al añadir que “En Europa no se sienten cómodos porque la gente no quiere a los extranjeros. Pero en Chile no tenemos problemas, aquí la gente nos quiere y nos ayuda”.
“Cuando me dieron la cédula de identidad unos días después de mi llegada, era como si el país me dijera 'eres bienvenido aquí'”, expresó Muhammad confiando en poder quedarse en Chile.
Pero a la hora de aprender el español, él cree que es mejor aprenderlo fuera de los salones de clases.
“Lo que nos enseñan en la escuela es gramática, pero creo que afuera es donde aprendo mejor. Hablando con la gente, con los vecinos...necesitamos aprender español para hablar con la gente en la calle”.

‘Ammar y Barhar’ - Villa Alemana, Chile, January 2018. Source: Francesca Rizzoli
Ammar and Barhar
Ammar, un fabricante de muebles, añoró su vida en Siria antes de la guerra. “Era hermosa...Teníamos un negocio, un taller...incluso yo tenía una motocicleta”.
Él y su esposa Barha provienen de un poblado cerca de Idlib, al noroeste de Siria. Tras pasar una serie de problemas en Líbano lograron ser acogidos en Chile junto a sus dos hijos.
“Dejamos Siria por la seguridad de nuestros hijos y llegamos a Líbano en 2012. Erala única puerta fronteriza abierta en aquel momento”, explicó Ammar, al precisar que en Líbano tuvieron problemas.
“Nuestra vida en Líbano cambió. No teníamos una mala relación con la gente, pero la integración en el país era caótica. Era imposible obtener documentos”.
Barhar tenía temores de mudarse a Chile porque, según dijo, le contaron que “había terremotos y tsunamis en Chile”, por lo que el ir a ese país “no fue fácil al principio. Estaba asustada, pero lo hice por mis niños...ahora soy feliz”.
“había oído de los terremotos y tsunamis en Chile”
Sus lecciones de español comenzaron unos días después de su llegada a Chile, algo que le pareció muy pronto a Bahar. “creo que debimos esperar un poco más hasta que nos adaptemos”.
Pero Ammar intenta dar lo mejor de sí: “El idioma no entra en mi cabeza, pero quiero aprenderlo”, bromea al agregar. “pobrecito mi profesor, él hace todo para ayudarme a entender, pero no entiendo”.
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Ayman and Midia
La pareja kurda de Ayman y Midia no quisieron ser fotografiados, pero la fotografía que se muestra arriba es de su vivienda y muestra el material que se les dio en las lecciones de español.
Ellos provienen de Afrin, una ciudad cerca de Aleppo, y viven en Chile junto a sus dos hijos.
“Antes de la guerra éramos felices en Siria. Nuestra vida era muy bonita. Teníamos seguridad, éramos todos felices”, recordó Ayman.
Ambos también tuvieron problemas en Líbano, a donde fueron en octubre de 2014.
“Vivíamos bien, tenía trabajo, pero el problema era la gente”, precisó el carpintero al referirse a los roces con los lugareños libaneses, incluso los dueños de los negocios en los que trabajaron.
Las familias sirias en Chile gozarán durante dos años de ayuda financiera y acceso a los servicios de salud, educación e inserción cultural y microempresarial. El programa de acogida incluye además una dotación para la vivienda.

‘Farhad y Seinab’ - Santiago, Chile, January 2018. Source: Francesca Rizzoli
Farhad and Seinab
Farhad y Seinab, quienes provienen de la ciudad nororiental de Al-Qamishli (cerca de la frontera con Turquía),esperan su tercer hijo. Ellos llegaron a Chile junto s sus dos pequeños, Walid y Hannan, y Mohammed, hermano de Farhad.
La pareja vivió en Líbano durante varios años, en donde se conocieron y se casaron, y como los otros, comentaron que la vida fue difícil porque “no podíamos salir a la calle. Los libaneses no nos quieren”.
“Hablo tres idiomas ...pero no los escribo
Seinab están aprendiendo más rápido el español que su marido, relata Farhad: “Para mi esposa es más fácil. Yo no puedo leer ni escribir, pero hablo tres idiomas, kurdo, árabe y turco, pero no puedo escribir ninguno de ellos”.
El coordinador del programa, Alfredo del Río, considera que es una cuestión de tiempo para que se sienta el valor de aprender español. Hablar como un lugareño “mejora las posibilidades laborales y sobre todo, la calidad de vida de la gente”, según subrayó.
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