El primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, anunció hoy que no seguirá adelante con su plan para recortar los impuestos a las grandes empresas (de 30 a 25 por ciento) ni con su deseo de repeler el suplemento energético que se paga a los receptores de ayudas sociales.
Turnbull, acompañado del jefe de la oficina del Tesoro, Scott Morrison, y el titular de Finanzas, Mathias Cormann, expresó hoy en una rueda de prensa en Camberra que, aparte de Peter Dutton, todos los ministros que votaron por su rival, le han dado "garantías inequívocas de su continua lealtad y apoyo".
Estas declaraciones se dan en medio de una crisis de gobernabilidad que ha puesto en el "corredor de la muerte" a Turnbull, cuyo puesto pende de un hilo.
Turnbull ganó el martes una votación en el seno de los liberales por 48 a 35. Ésta fue detonada por una revuelta interna que intenta reemplazarlo por el hasta entonces titular del Interior, Peter Dutton.
El exministro confirmó hoy que buscaba los apoyos de sus colegas para obtener los 43 votos para intentar, por segunda vez, arrebatarle el poder al primer ministro.
El anuncio se dio después de que esta mañana el Senado de Australia rechazara el miércoles la propuesta para rebajar de 30 a 25 por ciento los impuestos que pagan las empresas por 36 a 30 votos.
La votación tras la crisis, que apunta como instigador al exprimer ministro Tony Abbott, se dio poco después de que el liberal Peter Dutton, que busca desbancar a Turnbull, pidiera que se abandone esta propuesta tributaria.
El anuncio de Turnbull se da en el marco de un período en que se puede convocar a elecciones generales hasta mayo próximo y en el que se vislumbra una victoria del Partido Laborista, según las encuestas.
Ayer, la periodista y académica Michelle Grattan aseguró en un artículo en The Conversation que en los desafíos al liderazgo de los partidos "es frecuente que uno salga herido la primera vez y muerto la segunda".
El último primer ministro en sobrevivir un período de gobierno completo fue el liberal John Howard, quien perdió las elecciones de 2007 contra el laborista Kevin Rudd.
Desde entonces la política en Australia ha vivido ciclos de paranoia generada por los resultados de las encuestas de opinión, utilizadas por los políticos de todos los partidos para tomar decisiones arriesgadas, por ejemplo, reemplazar a su líder si ven que el partido podría perder las próximas elecciones.
El ciclo tóxico en la política australiana comenzó en junio de 2010, cuando la vice-primer ministro de Kevin Rudd, Julia Gillard, obtuvo el apoyo de los parlamentarios laboristas y reemplazó a Rudd tras una votación interna.
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