"¿De dónde vienes realmente?" y otras preguntas que estoy cansada de responder

Comentarios con tonos racistas como "tu inglés es realmente bueno" o "de dónde vienes realmente", son como picaduras de mosquitos que no te dejan en paz.

Saman Shad

Las palabras tienen impacto y las 'micro-agresiones' te afectan. Source: Supplied

Debería haber sido un momento agradable: dos mujeres paradas conversando mientras miraban a sus hijos jugar en una cancha de deportes.

La mujer con la que estaba hablando me contaba que había encontrado una nueva niñera que era muy buena. Para describirla la mujer utilizó la palabra en inglés 'conscientious' para explicar que era una niñera muy atenta y diligente.

Luego me miró por un momento antes de continuar para explicarme lo que significaba 'conscientious'. No le dije nada. No le conté que soy escritora o que fui la mejor alumna en mi clase de inglés en la escuela, ni tampoco le comenté sobre todas las cosas que hacen los inmigrantes para demostrar que a veces nuestras habilidades idiomáticas en inglés son muy buenas, incluso mejores que las de las personas que nacieron aquí. En cambio, permanecí callada  y seguí observando a mi hijo mientras jugaba.

Me pregunté en silencio por qué esta mujer sintió la necesidad de explicarme lo que significaba esa palabra. ¿Asumió que por mi piel morena no sabría el significado? o ¿tal tez pensaba que las palabras con más de dos sílabas estaban más allá de mi comprensión? Por supuesto, no le pregunté. Estaba demasiado cansada y pensé que no era el momento adecuado para entablar una conversación de ese tipo. O tal vez, quería proteger a los dos de cualquier incomodidad. Pero el incidente se quedó impreso en mi mente. Eso es lo que ocurre con las micro-agresiones, se meten debajo de la piel. Al igual que la picadura de un mosquito, que no puedes dejar de rascar y que en realidad no te hace ningún daño mayor, pero igual te molesta profundamente.
A pesar de tus mejores esfuerzos, las micro-agresiones son desaires e insultos que no puedes sacudir. Adoptan la forma de preguntas como "¿pero de qué origen eres realmente?" o "¿cómo es que tu inglés es bueno?" o comentarios como "¿no pareces paquistaní o latina o árabe", como si eso fuera un halago.
Son comentarios para recordarte constantemente que no perteneces y que eres parte del grupo de "los otros". Pero si expresas tu inquietud, lo más probable es que te digan: "¡Oye, no quise hacerte ningún daño!" Excepto que te hacen daño, mucho daño, sin que se den cuenta.

Las palabras tienen fuerza e impacto y para aquellos de nosotros que crecimos teniendo que crear brechas entre diferentes culturas, las micro-agresiones tienen un precio. Te agotan. Aveces estas parada en un lugar en el que te sientes relajada, con tus defensas bajas, y alguien dice algo que inmediatamente te fuerza a volver a ponerte la armadura. Es agotador que te arrastren constantemente al campo de batalla. Y sí, eso es exactamente lo que siento.

Luego debes decidir: ¿digo algo o lo ignoro? Si respondes, tienes que estar preparada para el ataque que vendrá de la otra parte. Si lo dejas pasar te sientes mal y te quedas con la sensación de que quizás deberías haber dicho algo. ¿Pero cuántas veces dices algo?
He estado luchando contra las micro-agresiones desde el momento en que llegué a este país. Ahora que soy madre y que he vivido en este país la mayor parte de mi vida, he perdido la cuenta de la cantidad de veces que he recibido un insulto racista o una ofensa contra mí identidad cultural.
Constantemente tengo que decidir cuántos de estos insultos merecen una respuesta. Y al mismo tiempo, medir si mi silencio ante tales situaciones puede dejar a la otra persona pensando que no hizo nada malo.

El tener que tomar tales decisiones de manera continua lleva un precio mental y físico. Tu cuerpo no puede evitar reaccionar. La ciencia respalda esta teoría. Los estudios han demostrado que las micro-agresiones "conducen a niveles elevados de depresión y trauma entre los grupos de minorías."
Entonces, lo que esto significa es que aunque muchos de nosotros tengamos que aceptar micro-agregaciones como parte de la vida, tenemos que practicar el cuidado personal para que los desaires e insultos no terminen teniendo un efecto profundamente dañino en nuestra salud.
Para mí, eso significaba no responder a la mujer que me hablaba en la cancha mientras miraba a mi hijo jugar deportes, pero aún tengo que practicar el arte de la "no-reactividad", para que su comentario no me afecte.

Por supuesto, el mejor resultado sería que los responsables de generar micro-agresiones simplemente se tomen un momento para pensar antes de hablar. Pero tal vez eso tome tiempo, hasta entonces lo mejor que podemos hacer es asegurarnos de que nos cuidemos primero, y segundo, si tenemos las reservas, aclararle la situación a la otra persona, porque como sabemos, las palabras tienen poder y con suerte, podemos revertir la situación.

 

 


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