Pulso digital: Problemas de seguridad en el Louvre y la contraseña que da “vergüenza ajena”

Louvre Museum Illustration - Paris

Museo del Louvre en París, Francia, 31 de octubre de 2025. Foto de Alain Apaydin/ABACAPRESS.COM. Source: ABACA / Apaydin Alain/ABACA/PA

Las investigaciones de fallas de seguridad tras el robo de joyas en el museo del Louvre, destapan el uso de contraseñas inseguras y “vergonzosas”. Ante la demanda de servidores por el desarrollo de la IA, Google planea crear centros de datos en satélites alimentados por energía solar y orbitando La Tierra. Bianca Vaquero, experta en el tema, comenta sobre estos y otros asuntos.


Temas en este podcast:
  • Una investigación sobre el reciente robo de joyas dentro del museo del Louvre ha destapado un fallo “vergonzoso”: varios sistemas críticos estaban protegidos con contraseñas absurdamente simples.
  • Google planea crear centros de datos en satélites orbitando La Tierra y alimentados casi exclusivamente con energía solar.
  • Voces críticas alertan que la IA polariza a las sociedades y crea dependencia.

Para escuchar el segmento de Pulso digital con Bianca Vaquero, pulsa el botón de reproducción de audio al inicio de esta página.

Bianca Vaquero: Hola a todos, soy bianca vaquero y esto es pulso digital. Hoy traemos tres historias que parecen un

menú degustación del mundo tecnológico, claro, un aperitivo de ciberseguridad surrealista. Os traigo

un plato principal de ciencia ficción energética y un postre filosófico sobre el futuro de la

inteligencia artificial. Todo esto junto forma un retrato bastante claro de hacia dónde vamos, hacia

dónde nos lleva la tecnología y de los tropiezos también que cometemos por el camino. Así que poneos

cómodos, que vamos a recorrer desde las entrañas de un museo hasta la órbita baja de la Tierra. Y

empezamos por el museo. Empezamos por el Louvre, perdón mi pronunciación en francés. El museo que yo

creo que todos conocéis, que alberga algunas de las obras más importantes de la historia de la

humanidad y que ha sido noticia porque ha habido un robo para. Para el que no lo sepa, de unas joyas

y todo es bastante. Todo lo que lo rodea es bastante de película. Bueno, pues toda esa grandeza

también convive con una historia tecnológica de verdad digna de un sketch humorístico. Una

investigación sobre este robo que os he comentado de estas joyas dentro del museo ha destapado un

fallo, pero vergonzoso. Varios sistemas críticos estaban protegidos con contraseñas absurdamente

simples y esto nos ha dejado a todos, la verdad, sin palabras. La peor de todas esas contraseñas no

es un, dos, tres, cuatro, cinco y seis, que seguro que algunos la tenéis. Es Louvre, tal cual. Es

que es Louvre a sí mismo. Louvre en mayúsculas. Madre mía. Como si alguien hubiese dicho ¿Que usamos

de contraseña? Pues mira, pone el nombre del sitio mismo, una especie de nivel cero de la

creatividad y de la seguridad. Y no estamos hablando de un wifi de invitados, un wifi de invitados.

Es que estamos hablando de sistemas internos vinculados a la seguridad, o sea, es que menuda locura.

Pero la cosa sigue. La auditoría, repito, todo esto se ha destapado por el tema del robo de las

joyas. Pues eso. La auditoría también encontró servidores funcionando con, ojo, Windows Server de

2003. Madre mía. Y otros sistemas que dejaron de recibir actualizaciones hace más de una década. Es

que ya no estamos hablando de hace, por ejemplo, Windows 10, no, que ya no va. Es que estamos

hablando del Windows Server 2003. Madre del amor en tecnología. Eso es como tener un coche que no

tiene frenos y seguir circulando porque bueno, pues como no ha pasado nada nunca, pues voy a seguir

circulando, ¿No? Y lo que nos preguntamos todos es ¿Por qué ocurre esto en instituciones tan

potentes como es un museo en el que hay muchísimo dinero ahí dentro? Bueno, pues la tecnología es

como una casa. La compras bonita y nueva, pero si no haces mantenimiento, pues se deteriora. Y

cuando hablamos de ciberseguridad, ese deterioro significa pues agujeros, brechas, grietas por donde

cualquiera puede entrar. En el caso del Louvre ya lo hemos visto, ¿No? Y no es una excepción. Bueno,

pues hay hospitales, ayuntamientos y empresas gigantes que siguen usando sistemas obsoletos

simplemente porque si funciona, pues no lo toques con esa premisa. El problema es que en

ciberseguridad lo que funciona hoy puede ser un coladero mañana. Y esta noticia que nos sirva como

un recordatorio universal. Las contraseñas deben ser complejas. Por favor, nada de un, dos, tres,

cuatro, cinco, seis. Ni vuestra fecha de nacimiento. Gracias. Los sistemas deben actualizarse. Esto

es que os lo digo siempre. Siempre os lo digo. Y los accesos críticos, como en este caso, deben

protegerse de una manera un poco más segura. Y imaginemos si un museo con obras que valen millones

cae en esto, imagínala de sitios más pequeños que están igual o peor. Y pasamos a algo mucho más

futurista. Para entender esta historia que os voy a contar ahora, hay que recordar algo que solemos

olvidar. Y es que la nube no es una nube. Son naves industriales llenas de servidores consumiendo

muchísima energía y agua, como si tuviera un mañana de locura. ¿Y la inteligencia artificial? ¿Que

ha pasado? ¿Que ha disparado ese consumo? Modelos enormes, búsquedas existentes, generadores. Bueno,

pues todo eso requiere una potencia descomunal. De esto ya hemos hablado alguna vez en el programa.

Y las estimaciones dicen que si seguimos así, este consumo energético a nivel global de estos

centros podría duplicarse para el 2030. Y actualmente consume una barbaridad. Aquí entra Google con

un plan que han llamado Project Suncatcher, que parece el título provisional de una serie de

Netflix, pero no lo es. La idea es crear centros de datos en satélites orbitando la Tierra

alimentado casi exclusivamente con energía solar. La lógica es bastante simple. En el espacio no

hace falta refrigerar servidores con agua, ni construir edificios enormes, ni gestionar el impacto

ambiental. Además hay un acceso a la luz solar constante y limpia que aquí en la Tierra no tenemos.

Pero claro, esto abre muchísimas dudas. La latencia, por ejemplo, ¿Responderá igual de rápido un

servidor en órbita? La latencia es lo que tarda en enviarte a ti los datos o en enviar tus datos a

ese servidor. Es decir, que a lo mejor tú estás subiendo algo en la nube y a lo mejor la latencia es

mucha y tarda muchísimo, vale, o descargarte cualquier cosa, streamear una película de Netflix, por

ejemplo. Si tienes mucha latencia, pues se va a ralentizar porque hay latencia, ¿De acuerdo? El

mantenimiento. ¿Quién sube a arreglar eso cuando se estropea? ¿Un astronauta o quién? Vale, entonces

ese es otro problema. Otra cosa que yo creo que se nos olvida es la basura espacial. Ya estamos

llenando la Tierra de basura. Pues igual que no hace falta empezar a llenar la órbita también de

basura, que también tiene bastante seguridad. También otro punto. ¿Qué pasa si un centro de datos

flotante recibe un ciberataque, por ejemplo? ¿Quién tiene esa jurisdicción? ¿No? Entonces es algo

extraño. Y luego, por supuesto, está la parte filosófica ya no tan práctica, en el de si estamos

llevando la infraestructura digital a un lugar que no pertenece a ningún país, esto nos obliga a

replantear leyes, privacidad y propiedad de datos. Esta propuesta de Google no es algo tan loco. La

Agencia Espacial Europea, por ejemplo, trabaja en ideas bastante parecidas y hace años ya se planteó

usar satélites para almacenar datos fríos, lo que casi no se usan. Estos datos que no se usan. Pero

lo de mover los centros de datos principales al espacio, bueno, pues ya es un nivel ciencia ficción

avanzada. Esto ya es capítulo de Black Mirror, pero avanzado. Eso sí, esta historia tiene ese

subtexto importante. La inteligencia artificial no es gratis. Cada pregunta que hacéis, cada imagen

que generamos, cada recomendación consume energía real en el mundo real. Y ese consumo está tensando

ya los límites ecológicos del planeta. Sin si ya no estaban tensos por eso, pues ahora se buscan

estas ideas tan radicales, incluso orbitales. Y cerramos hoy con una voz que merece toda nuestra

atención. Es la voz de Audrey Tan, ministra digital de Taiwán, hacker brillante, por si no sabíais,

y quizá una de las pocas figuras políticas a nivel global que realmente entiende cómo funciona la

tecnología por dentro. En una entrevista reciente soltó una frase que ha hecho mucho ruido. La frase

es, y leo textualmente, la inteligencia artificial es un parásito que se alimenta de nosotros y nos

está dividiendo. Lo dice porque las IA actuales se entrenan y funcionan gracias a los datos que

nosotros generamos. Y en el caso de las redes sociales o los sistemas de recomendación, se alimentan

de nuestra atención. Cuanto más polarizados estemos, más contenido consumimos, más datos generamos y

más beneficio producen esas plataformas. Un círculo perfecto para ellas. Y la verdad es que bastante

tóxico para el usuario. Tan señala que este modelo no sólo polariza, sino que crea dependencia. Y

esto está comprobado. La IA se convierte en algo que vive de nosotros sin devolver lo suficiente.

Pero lo más interesante es que ella no demoniza la tecnología. Lo que propone es un modelo distinto.

Por ejemplo, una IA abierta, transparente, auditable. Una IA diseñada para cooperar, no para

dividir. Una IA gestionada por un bien público. De hecho, Taiwán es uno de los países que usa

plataformas digitales abiertas para tomar decisiones políticas en las que participan miles de

ciudadanos. Y funciona. La tecnología puede unirse. Se diseña con ese fin. Por supuesto, su mensaje

encaja con las otras dos historias del día. Si descuidas la seguridad, como por ejemplo en el

Louvre, la tecnología te va a pasar factura. Si construyes sistemas gigantes sin pensar en el

impacto, como esta nube energética, acabas en soluciones extremas. Si dejas que las plataformas se

alimenten de tus emociones, lógicamente creas división. Tan nos recuerda que la tecnología debe

servirnos, no al revés. Y bueno, estas tres noticias nos muestran algo muy simple pero muy difícil

de aceptar. La tecnología es humana. Tiene nuestras virtudes, nuestros errores y nuestros impulsos.

Por eso encontramos contraseñas absurdas en uno de los museos más importantes del planeta. Por eso

estamos planteando también llevar centros de datos al espacio para sostener el ritmo frenético de la

inteligencia artificial. Y por eso voces como Audritank nos avisan de que si no pensamos en cómo

usamos esta tecnología, puede acabar usándonos a nosotros. Lo digital no es magia. Es

responsabilidad. Es diseño, ética, mantenimiento y a veces es imaginación pura.

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