PUNTOS DESTACADOS:
- Algunos afirman que la tendencia de regalar flores amarillas el 21 de septiembre nace de una telenovela argentina.
- En varias ciudades latinoamericanas jóvenes se regalan flores amarillas como símbolo de amor, esperanza y nuevos comienzos.
- El 21 de septiembre marca el inicio de la primavera en el hemisferio sur.
No se trata de una campaña comercial ni de una efeméride oficial, sino de un fenómeno cultural que ha cobrado fuerza en los últimos años en varios países de América Latina. Consiste en regalar flores amarillas como símbolo de amor, esperanza y nuevos comienzos.
La fecha no es casual. Ocurre cuando en el hemisferio sur marca el inicio de la primavera, un momento simbólico de renovación, luz y nuevos comienzos.
Lo curioso es que esta tradición no nace de una costumbre ancestral, sino de la telenovela juvenil argentina Floricienta, emitida en 2004. En uno de sus episodios más recordados, la protagonista Florencia Bertotti canta “quiero que me regalen flores amarillas”, asociando el gesto con el amor verdadero.
Dos décadas después, esa escena ha mutado en ritual colectivo, impulsado por redes sociales y una generación que reinterpreta el romanticismo desde lo simbólico.
En Buenos Aires, Ciudad de México, Santiago, La Paz, Lima y San Salvador, el 21 de septiembre se ha convertido en una fecha no oficial para regalar girasoles, tulipanes, margaritas y orquídeas amarillas.
TE PUEDE INTERESAR:

Rosas ecuatorianas llegan a Australia de la mano de Paola y Camila
Las florerías reportan aumentos de ventas de hasta un 300 por ciento, mientras usuarios comparten imágenes con mensajes como “que nunca falten las flores amarillas en tu vida”.
Por su parte, sociólogos y comunicadores coinciden en que este tipo de rituales emergentes reflejan una necesidad de reencantar lo cotidiano. “En contextos marcados por la incertidumbre, los gestos simbólicos adquieren fuerza. Las flores amarillas condensan ternura, memoria y deseo de futuro”, señala la antropóloga chilena Camila Rivas.
Aunque no hay consenso sobre cuánto durará esta costumbre en Latinoamérica, lo cierto es que cada septiembre, el amarillo se convierte en lenguaje emocional compartido.
Además, en Latinoamérica, las flores han sido utilizadas como símbolo de resistencia en contextos de memoria, duelo y protesta pacífica. En marchas feministas, los girasoles y claveles se han convertido en emblemas de esperanza frente a la violencia.